Imagen Consensualidad y Disensualidad

¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE EL LENGUAJE CONSENSUAL Y EL DISENSUAL?

Por: Eduardo Elías Lasprilla

El lenguaje consensual es muy defectuoso y ya muchos pensadores lo han dejado ver. Husserl nos dejó dicho lo siguiente, en torno al tema: “El lenguaje representa un instrumento imperfecto para la investigación rigurosa. En consecuencia, todo investigador serio debe ser muy precavido en el uso del mismo.” Y como si esto fuera cosa de poca monta, J. S. Mill insistió: “El lenguaje es la herramienta más importante del pensar y toda imperfección en su uso ha de impedir, confundiendo, el ejercicio del pensar.” El lenguaje consensual, por la exagerada sinonimia de su léxico y su pragmático empleo, por parte de la gran mayoría de los hombres, no permite llamar las cosas por sus nombres y de esta manera se les desubica su estatus ontológico y, por ende, no se capturan relaciones válidas en la discursividad científica o filosófica. De ahí la gran confusión que reina en ambos campos, cosa ya expuesta por pensadores serios y muy bien dotados de un excelso uso del lenguaje. Wittgenstein escribió: “Todas las confusiones de las que está plagada la filosofía se las debemos al lenguaje ordinario.” Y Hamann, quien era poco afecto al kritizismus kantiano, esto nos dijo: “El lenguaje es el centro de los malentendidos de la Razón consigo misma.”  En el fondo de todo esto se encuentra la pragmática adquisición del lenguaje por parte del niño, quien no está en condición de comprender el fenómeno que lo afecta, creciendo con la creencia de que expresar oraciones, sobre las necesidades más elementales de la vida, en donde no se amerita una discursividad rigurosa, es aval del conocimiento del lenguaje que emplea. Una cosa es el empleo del reloj, para conocer la hora, y otra, extremadamente diferente, es la de saber cómo funciona dicho instrumento y otra, todavía más grave, es la de conocer qué diantre es el tiempo que le cronometra su reloj. El conocimiento del lenguaje no está en su pragmático uso. Cuando pasamos a los referentes de la Realidad, que tienen que ver con la vida interna, el lenguaje ordinario es de una deficiencia sin par. Como expositor de vasta experiencia en el campo de la semántica disensual, el crecimiento interno y la Identicopatía, entre otros, puedo dar testimonio de los grandes inconvenientes que tienen las personas, cuando tratan de identificar sus emociones. Confunden con relativa facilidad ansiedad con angustia; ira con furia; amor con apego; religión con religiosidad; moral con moralidad; pensamiento con sentimiento; personalidad con persona; imagen con representación y mil confusiones más puedo citar, si fuere el caso. Pero espero que, para un buen entendedor, pocas palabras bastan.

En fin, y para terminar, el lenguaje consensual tan sólo sirve para hablar de café y panela. Más allá de ello, es improcedente. Ya lo dijeron los filósofos que cité al inicio y los que cité después. El lenguaje disensual, por su rica alteronimia, nos prodiga una riqueza léxica sin par, para llamar las cosas por sus nombres, respetándoles su estatus ontológico, capacitándonos así para capturar las debidas relaciones entre ellas, que es lo que se conoce como discursividad, coincidiendo con Horkheimer: “La filosofía representa el esfuerzo consciente de fundir todo nuestro conocimiento en una estructura lingüística, en la que se llamen las cosas por sus nombres. De esta manera el concepto de verdad pasa por la adecuación del nombre con la cosa nombrada, haciendo coincidir el lenguaje con la Realidad.