CRECIMIENTO INTERNO

Por: Eduardo Elías Lasprilla

El crecimiento interno tiene tres grandes niveles de desarrollo y cada uno posee su propia holarquía de subniveles. De acuerdo con la clasificación que los místicos hacen del hombre y que, además, son los que más saben al respecto, se afirma que existen 3 legiones: la biológicamente infrahumana, la psicológicamente humana y la espiritualmente divina. A la primera corresponde el 99% de la población del mundo. A la segunda, el 0,9% de dicha población y a la tercera, el 0,1% restante. Con ello queda superlativamente claro que la historia del hombre no ha podido ser otra, aparte de la ya conocida. Tanto peor, por cuanto el poder siempre lo han detentado los infrahumanos, que son, por obvias razones, los únicos que tienen tal tendencia, toda vez que el espectro de los valores que gobiernan sus vidas está conformado por el placer, el dinero y el poder. Por ello es por lo que de allí es de donde salen los políticos. Ningún humano y, tanto menos, ningún místico, se interesa jamás por el poder político. Y la razón es la de que el humano detesta la mentira y la injusticia y el divino encarna la misericordia. Y si usted considera que la Política es lo que alegremente los políticos dicen de ella, preste atención a estas citas, de hombres de reconocida nombradía: “El arte de la guerra es para matar a los hombres y el de la Política, para engañarlos.” Parménides. “Si un político desea éxito en su carrera, debe ser astuto, como un zorro; fiero, como un león y corrupto como ningún otro.” Maquiavelo. “Lo contrario de la Ética es la Política.” Humberto Maturana. “La Política tiene asentamiento visceral.” Bertrand Russel. Saque usted, señor lector, sus propias conclusiones. Esta es la razón, y no otra, por la que a estos Mefistófeles no les interesa crecimiento interno alguno.

Al humano lo dominan sólo dos valores: Ser, para saber y saber, para trascender.  Y estos valores se procesan internamente y tienen un tinte sagrado, del que carecen los valores infrahumanos. Se amerita de una monacal entrega y una perseverancia sin par, para permanecer en tal propósito. Eso es lo que caracteriza al ser humano y, por ello mismo, jamás y nunca comete injusticia alguna contra nadie, ni siquiera contra los animales; a no ser que tuviera que defender su vida frente a un depredador y, en tal caso, no habría injusticia alguna. Para el divino, el único valor supremo es Dios y dicho valor se proyecta a los tres grandes valores, por los que él, gustoso entregaría su vida, en vez de mancillarlos con una profana desobediencia. Dichos valores son, en secuencial holarquía, los siguientes: La Vida, el amor y la Verdad. Pues bien, el interés de esta fundación es el de lograr que el hombre inferior encuentre el debido apoyo, si así lo deseare, para crecer internamente y elevarse a la categoría de ser humano, precondición del nivel espiritualmente divino. Para la transformación del estatus infrahumano al humano, el doctor Lasprilla ha escrito sus 22 obras. Para la subsiguiente transformación, a la condición espiritualmente divina, él recomienda buscar a un Maestro Perfecto y este tipo de Maestros sólo los tienen dos grandes senderos: el sufismo y el Surat. Suya es la decisión, respetado lector.

El hombre está llamado a evolucionar, porque es un ser caído y si quiere ser feliz tiene que rescatar la cima de donde cayó y esa cima es Dios. Todo el abordaje, que de la vida, hizo la modernidad y la post-modernidad tiene que ser reconstruido sobre nuevas bases semántico-epistémicas y eso sólo es posible a través del discurso post-post moderno, por su maravillosa omni-inclusividad discursiva.